El "Cosmonauta" de Palenque |
Artículo firmado por el investigador Marcelo Ray, y publicado por la revista 2001 y que forma parte de una serie de notas que fueran publicadas en la misma con el nombre de Visitantes del Espacio Todavía envuelta en el misterio, la esplendorosa civilización de
los mayas, no deja de maravillar a los estudiosos que indagan en las intrincadas florestas
de América Central. Los mitos del origen refieren extrañas leyendas. Se habla de los "Señores de la Llaa", de seres superiores que un día llegaron desde el cielo en sus navíos resplandecientes y fundaron la civilización. La realidad y la fantasía se interpenetran. La ciencia ortodoxa rechaza la explicación maravillosa; pero el pasado remoto, la época en que los aborígenes pasaron de la aldea a las grandes e importantes ciudades hoy cubiertas bajo la exuberante vegetación, permanece y permanecerá en el misterio. En las más apartadas regiones del planeta la época primordial muestra significativas coincidencias. Pirámides, símbolos, estatuillas, grabados, nos hablan de un extraño e inexplicable parentesco. La hipótesis de una posible interpoblación de Seres Sensibles superiores, llegados desde arriba y dueños de una formidable movilidad que les permitía atravesar los océanos en contados minutos y actuar con intenciones similares sobre grupos humanos diferentes por sus características étnicas y su grado de desarrollo, no puede ser desestimada. Se podrá compartir o no adjudicándole mayor o menor grado de probabilidad, pero a pesar de su enunciado fantástico es la que resuelve, con mayor facilidad y economía, una enorme cantidad de hechos oscuros y de difícil y forzada explicación. EL ENIGMA DE LOS MAYAS Si bien el impulso inicial de la magnífica civilización de los mayas ocurrió en un pasado remoto muy anterior a ala era cristiana, alrededor del Siglo II a.D.C. Se produjo la culminación de la cultura. Inmensos y esplendorosos templos, exóticas ciudades pirámides de piedra y mortero se alzaron junto a los sembradíos de maíz en un alarde de poder y de armonía. Sin embargo, tan misteriosamente como habían surgido comenzaron a decaer inexorablemente. Setecientos años después del máximo esplendor de la civilización maya fue rindiéndose a la decadencia y aunque tuvo un último período llamado posclásico un siglo antes de que los españoles arribaran al continente, las mayores ciudades templos y monumentos de esa magnífica cultura habían desaparecido en la maraña tropical. Los eruditos ha agotado las explicaciones posibles pero el enigma permanece. Los templos -escribe Charles Gallenkamp- fueron abandonados por sus guardianes-sacerdotes el incienso copal no humeó más en los altares sagrados las voces dejaron de resonar en las plazas. Y sin embargo las ciudades permanecieron intactas, sin destrucciones ni alteraciones, como si sus habitantes esperasen regresar a ellas de un momento a otro. Pero no volvieron. Por el contrario, los envolvió un inmenso silencio del que no volverían a despertar. Los pastos invadieron los patios, las enredaderas y las raíces de los árboles se insinuaron por las puertas. En el término de un siglo, la selva había reclamado para sí las maravillosas ciudades de los mayas. EL TEMPLO DE LAS INSCRIPCIONES En el límite occidental del vasto imperio de los mayas, en lo que hoy es el estado mexicano de Chiapas, se hallan las ruinas de una ciudad que conjugó la grandeza arquitectónica y escultórica del imperio en su época clásica. Esta ciudad hoy denominada palenque por la aldea cercana que lleva ese nombre fue saliendo a la luz merced al esfuerzo denodado de numerosos arqueólogos a partir de 1923. Once años después de las primeras excavaciones, el Instituto Nacional de Antropología de México designó al arqueólogo Miguel Fernández, y posteriormente - en 1945- al estudioso Alberto Ruz Lhuillier para restablecer la más importantes estructuras de Palenque. Ruz cumplió con incansable entusiasmo y talento la misión asignada y a su perseverancia se debe a uno de los más sensacionales descubrimientos de la arqueología moderna. Intrigado sobre el sentido del Templo de las Inscripciones, levantando sobre una pirámide de 25 metros de altura, Ruz lo inspeccionó con particular detenimiento y al hacer levantar una de las grandes losas del piso. Descubrió la entrada de un corredor cubierto de escombros, que ocultaba el comienzo de una escalera descendente que parecía conducir al corazón de la pirámide. Durante tres largas y agotadoras temporadas de trabajo, las piedras que obstruían el túnel abovedado fueron izadas una a una con cuerdas y poleas en un ambiente insoportable por el calor y la humedad. En el otoño de 1952, la enigmática escalera había sido despejada y los excavadores, moviéndose a más de 20 metros de profundidad irrumpieron en un corredor bloqueado por un muro de 3,5 metros de espesor. Después de una semana de labor, el muro fue superado y penetraron en un arcón de mampostería donde hallaron seis esqueletos humanos. "No cabe duda -escribió Ruz- de que se trataba de un sacrificio humano, de jóvenes cuyos espíritus debían vigilar y atender para siempre a AQUEL para quien se había construido la maciza pirámide " ¿LA TUMBA DE UN URANIDA? Desde el momento del macabro hallazgo, Ruz tuvo la certeza de un descubrimiento inminente. El arcón no parecía tener salida pero un examen atento reveló la presencia de una abertura en la pared del norte obstruida por una enorme piedra triangular que fue retirada en medio de una contenida ansiedad. "De las vagas sombras surgió una visión de cuentos de hadas, un cuadro fantástico, etéreo, de otro mundo. Parecía una enorme gruta mágica tallada en hielo y las paredes chisporroteaban y refulgían con cristales de nieve". La impresión fue de una capilla abandonada. En los muros había figuras en bajo relieve y el piso se hallaba cubierto en su casi totalidad por una gran piedra tallada de 3,80 metros de largo, por 2,20 de ancho y 0,25 de espesor, cuyo peso se calcula entre 5 y 6 toneladas. La losa, cincelada en alto relieve muestra una extraña figura que ha recibido distintas explicaciones. Debajo de la extraña talla que fue izada con toda clase de precauciones se descubrió la clave fundamental: un sarcófago sagrado, el primero que se hallaba en una pirámide maya. La cripta, la escalera, la gran pirámide y el templo que la coronaba, todo había sido construido para albergar la tumba de un gran hombre. Allí estaba, tendido cuan largo era, rodeado de ofrendas y con el rostro cubierto con una máscara de mosaico de jade. "Aunque los huesos estaban tan corrompidos y frágiles que no pudimos realizar mediciones precisas para determinar su tipo físico ...parecía haber sido un hombre robusto de unos 40 a 50 años y de buena estatura, tal vez superior a 1,75mts... Sus dientes estaban obturados- cosa extraordinaria en un maya adulto de alto rango". LA LOSA VISTA CON OJOS NUEVOS ¿Quién era ese majestuoso personaje? Sin embargo visto con ojos nuevos, el alto relieve de la rosa se torna altamente sugestivo. A la interpretación clásica de su descubridor: "la veneración del maíz en un diseño cruciforme; el destino mortal del hombre; la relación entre el campesino y la lluvia; el marco cósmico que rodea la vida humana " se suman ahora nuevas explicaciones. Sin ningún esfuerzo de imaginación, la figura parece mostrar una cápsula espacial con su respectivo tripulante. Los investigadores franceses Guy Tarade y André Millou, que sostienen la hipótesis de los visitantes extraterrestres en el pasado, consideran que la figura es la representación de un cosmonauta piloteando una astronave. "El hombre de la máscara de Jade" se perfila como un "semidiós" blanco, tal vez uno de los últimos representantes de un grupo de iniciadores y protectores del imperio que llegaron desde el cielo y a los que el Popol-Vuh recuerda como los sabios de la "primera raza". "Considero que el ilustre difunto no era un
maya -ha dicho Guy Tarade-, Su morfología era totalmente diferente a la de los indios y
su talla de 1,75 metros, sobrepasaba en más de 20 cm. La altura media de los mayas, que
era de 1,54 metros". La hipótesis ha sido lanzada. El grabado de la losa, al margen
de los elementos clásicos que manejaban los artistas de la época, nos muestra con
increíble claridad la silueta de un hombre en actitud de pilotear un navío espacial. El
enigma se torna fascinante y todas las respuesta son posibles. Fuente:
|