La red internacional de estaciones que se dedican a la obtención de
fenómenos lunares transitorios viene detectando frecuentes variaciones muy locales, en la
superficie de la Luna, en forma de pequeñas oscilaciones de brillo y coloración en su
mayor parte. Durante el vuelo de la cápsula norteamericana Apolo VIII se intensificaron
las observaciones con objeto de que cualquier posible fenómeno que se detectara pudiera
ser estudiado casi in situ por futuras expediciones, antes del primer desembarco del
hombre en la Luna.
Pues bien, algo ocurre en la
Luna. Un comunicado del Instituto Smithsoniano y un detallado informe, daban cuenta, a
propósito de los fenómenos llamados transitorios, que el 23 de diciembre de 1968, entre
las 15 y las 23 horas (TU) se observó la formación de un área brillante con un período
de varios minutos, decreciendo durante 30 segundos a 1 minuto, localizada en el cráter de
Aristarco, de 46 km. de diámetro, situado en la confluencia del Océano de las
Tempestades y el Mar de las Lluvias. En aquella ocasión, la brillantez del fenómeno
alcanzó la 1º magnitud, aproximadamente, y sufrió una disminución del orden de una a
una y media magnitudes. En total. se registraron dos pulsaciones, con una duración,
respectivamente, calculada entre 4 y 5 segundos, y 5 a 7 segundos, según los distintos
observadores.
Pues bien, desde el observatorio de la
Agrupación Astronómica de Sabadell, y dentro del programa de investigación lunar
organizado por el "Center of Short-Lived Phenomena" del Instituto Smithsoniano,
nos comunican que han vuelto a observar actividad en el mencionado cráter de Aristarco, y
precisamente durante el vuelo de la cápsula tripulada Apolo X. La nota enviada por la
Agrupación Astronómica de Sabadell declara textualmente: "Cuando redactarnos esta
circular. en la sede de la Agrupación se vive una intensa actividad. En efecto, acaba de
ser lanzada al espacio la nave Apolo X y, por este motivo, del martes 20 de mayo al
sábado 24, se llevará a cabo a través de los telescopios una intensa vigilancia de la
Luna con objeto de captar cualquier fenómeno de tipo ocasional "Lunar Transient
Phenomena" (LTP) de los que frecuentemente son observados y cuyo origen, aún no bien
determinado, parece obedecer a cierta actividad geológica de nuestro satélite".
"El estudio de los LTP
que se realiza con la colaboración de observatorios radicados en diversos países, y
entre los que se halla el de nuestra Agrupación, es centralizado por el "Center of
Short-Lived Phenomena", de la Smithsonian Institution (Estados Unidos), el cual,
aprovechando la circunstancia de los vuelos lunares Apolo, ha promovido una
intensificación de las observaciones durante el período en que la astronave permanece en
las cercanías de la Luna, con objeto de que si se produce el descubrimiento de un LTP,
por parte de algún observatorio, puedan ser informados los tripulantes M Apolo y desde su
privilegiada situación proceder a su estudio.
Esta era la primera de las dos notas
cursadas por la Agrupación Astronómica de Sabadell, a la que siguió la siguiente
comunicación que consideramos del máximo interés científica: "Ha sido captado un
LTP por parte de la Agrupación. El martes, día 20 de mayo, y en la primera sesión de
observaciones de LTP, don José M. Gómez detectó, en el cráter de Aristarco, situado en
la sombra. una luminosidad intermitente, con persistencia de 2 a 3 segundos y con un
período de 30. Se advirtió a las 19.55 horas (TU) para ir decreciendo en intensidad
hasta que a las 20,30 horas era totalmente invisible". Inmediatamente, la Agrupación
telegrafió todos los detalles del fenómeno a los Estados Unidos, siguiendo las
instrucciones dadas por el "Center of Short-Lived Phenomena, Noticias posteriores
confirman que Aristarco sufrió, al parecer, una erupción gaseosa de considerable
importancia.
Nuevas informaciones confirmando ese
fenómeno, precisan que la luminosidad del mismo se pudo calcular como de 0,5 a 1 magnitud
superior a la del fondo lunar, con una intermitencia de, efectivamente, 30 segundos de
duración. El fenómeno quedó localizado en el fondo del cráter Aristarco, situado al
norte de una de las zonas consideradas como aptas para intentar futuros alunizajes.
Aristarco, cuyas murallas alcanzan 2.100 m. de altura sobre la llanura circundante, ha
sido objeto de especial atención desde el año 1958, cuando el soviético Nikolai Kozyrev
observó la primera histórica erupción de que tenemos noticia en los tiempos modernos,
en otro cráter lunar -Alfonso- de 120 km. de diámetro. Los datos del observatorio de
Sabadell fueron confirmados desde Sevilla y Palma de Mallorca, por otros conspicuos
observadores de la Red de LTP. La observación de don José M. Gómez fue realizada con un
telescopio de 30 cm. de abertura.
Desde Holanda, donde también se registró
el fenómeno, se adelantó la hipótesis de que pudo tratarse de la erupción de un
géiser lunar. Se sabe, en efecto, que en la Luna se vienen observando fenómenos
luminosos que recuerdan las erupciones gaseosas, pero nadie habla hablado hasta la fecha
de un géiser, que, además, tendría que haber sido muy grande para producir los efectos
luminosos a que nos hemos referido.
Recordaremos que el 1º de
abril de este año, a las 18,35 horas (TU), el citado doctor Kozyrev, del Observatorio
Pulkovo, de Leningrado (Unión Soviética), registró mediante espectrograma una enorme
coloración rojiza en la falda interna del cráter Aristarco, y que fue el propio Kozyrev
quien, en 1958, con motivo de su primera observación de un fenómeno similar en el
gigantesco cráter Alfonso, ya se refirió a una posible erupción gaseosa. En aquella
ocasión, en el espectrograma obtenido por Kozyrev se evidenció la presencia de elementos
como el potasio.
Sea cual fuera la causa que produce los
LTP, parece que no cabe dudar de la vida interna -geológica- de la Luna, un astro que
hasta hace poco tiempo se consideraba como geológicamente inerte.
Contribuye a reforzar el anterior punto de
vista la hipótesis recién expuesta por Paul Muller, uno de los descubridores de los
mascones (concentraciones de masa). Según Muller, los mascones no serían meteoritos
enterrados en las profundidades de la Luna, como cree Urey, sino masas de hierro formadas
en tiempos en que existía agua en nuestro satélite. Los mascones habrían quedado
depositados en el fondo de los cráteres y los mares, y tal vez serían como los tapones
de enormes cisternas que aún pueden contener grandes bolsas de agua.
¿Agua en la Luna? He aquí otra enigma. El
mundo subterráneo selenita es capaz de deparar múltiples sorpresas al hombre terrestre
cuando pueda iniciar la verdadera exploración de un astro que, a lo mejor, no es tan
muerto como suponíamos, sino que mantiene una relativa actividad geológica, con calor
interno suficiente para permitir que, junto a las citadas bolsas de agua subterránea,
exista algún tipo de vida -y alguna atmósfera, algunas bolsas de aire, por supuesto- en
grutas y cavernas situadas a determinada profundidad. Lo cual quiere decir que en el agua
selenita es posible que también existan los correspondientes seres acuáticos: ¿seres
probablemente atrofiados y ciegos, como los troglobios terrestres? Quién sabe. todo
dependerá, en definitiva, de la clase de terrenos, o sea, de la constitución cárstica,
en su versión selenológica (iba a decir geológica), de determinadas regiones.
Cabe, finalmente, la posibilidad más
apasionante (la más improbable también, pero no por ello negligible). Me refiero al caso
observado por el gran astrónomo Herschel a fines del siglo XIX, dando cuenta de la
observación de unas luces que se desplegaban sobre la Luna. ¿Se trataba de masas de
lava, que no sabernos cómo hervirían en un medio desprovisto de atmósfera? ¿0 eran,
acaso, señales, radiofaros de seres no humanos, que exploraban nuestro satélite?
Los LTP interesan doblemente a los
astrónomos y a los astronautas. A los primeros, desde un punto de vista lógicamente
científico. A los segundos, lo mismo; pero además, y en el fondo, desde otro punto de
vista más emotivo, por la posibilidad, remota o no -no lo sabemos- de que también
pudiera tratarse de señales emitidas por seres extraterrestres, y, por supuesto,
extraselenitas. Pues si no es Imposible que encontremos alguna forma de vida en la Luna,
es casi seguro que se tratará -cuando nos referimos a la vida indígena de resistentes
bacterias superficiales y animales subterráneos. Pero lo que se dice vida inteligente,
esto, salvo una inenarrable sorpresa, no la habrá si no es de origen exterior. Lo cual,
justo es reconocerlo, también nos depararía a los humanos sobre todo a nuestro
inveterado orgullo otra mayúscula sorpresa.
En fin, todavía no hay nada escrito sobre
las posibles formas vivas que acaso merodean por nuestra Luna, Y siendo así, y dado que
por ahora sólo podemos movernos en el campo de las hipótesis, no es más hipotético lo
que acabo de apuntar en el párrafo anterior que la sugerencia del astrónomo holandés
mencionando un géiser lunar, ¡¡..observable desde la Tierra..!!
MARIUS LLEGET
Enciclopedia CICLOPE, 1968
|